Por Ing. Carlos Lozada

Fui cursante del Diplomado en Gerencia Pública y Gobernabilidad Democrática, impartido por el Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello. A lo largo de esa experiencia académica, no solo consolidé herramientas para comprender mejor el funcionamiento de las instituciones, sino que interioricé los valores que deben distinguir a quien aspire liderar un municipio en Venezuela.

Recuerdo con especial claridad una asignatura en la que abordamos las características de un buen candidato a una alcaldía. Entre las más relevantes: el compromiso con la comunidad, arraigo real, de quien conoce su territorio como la palma de su mano y lo siente parte de su identidad, como sucede con quienes valoramos lo que significa ser carachense; la capacidad de liderar equipos de forma efectiva; la conexión con la gente, entendida como la vocación de escuchar, dialogar y construir confianza, y la valentía de defender los intereses municipales incluso frente a presiones externas o partidistas. Estas no son cualidades teóricas; son herramientas de transformación real. Y un elector consciente las toma en cuenta cuando se planta frente a la máquina de votación.

En estos días preelectorales, inevitablemente pienso en todo esto al observar la candidatura de Yohanthi Domínguez, actual alcalde de Carache y aspirante a la reelección. Su gestión me devuelve al aula, porque encuentro en él muchas de esas virtudes aprendidas, pero también otras que trascienden lo académico.

Yohanthi ha demostrado una reconocida capacidad de trabajo, forjada en sus orígenes campesinos. Su humildad no es impostada: al ‘Chaperudo’ no se le han subido los humos o se ha puesto vano, como solemos decir con sabiduría popular. Es esa sencillez auténtica la que lo mantiene cercano a la gente. Pero hay algo más: nobleza. Y no la entendida como herencia, sino como virtud. Es decir, la rectitud, el afán por el bien común y la generosidad con la que ha ejercido el poder sin arrogancia, manteniéndose firme en sus principios.

Por eso, este 27 de julio, cuando el pueblo carachense tenga la oportunidad de expresar su voluntad, es también el momento de hacer memoria, de comparar, de sopesar las propuestas y los rostros, y decidir con la cabeza y el corazón bien puestos. Estoy convencido de que Carache cuidará su casa, nuestra casa mayor. El ambiente se respira: el pueblo no quiere volver al pasado. El pueblo sabe. Porque el pueblo, como siempre, es sabio.

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