Por Prof. Eleyde Aponte
Foto: Frank León Zapata
Hoy quiero dedicar mis letras a uno de los refugios más amados en mi época de adolescencia y juventud: «El Rio Minumbox», el alma de mi pueblo, el portador de vida y guardian de mis secretos, el afluente que baña con sus aguas el Valle de San Juan Bautista, líquido vital para sus habitantes y sitio de esparcimiento para propios y visitantes donde además de refrescarnos en sus aguas cristalinas nos reencontrabamos con nuestros paisanos que por razones diversas habían fijado su residencia en otros lugares dentro y fuera del País.
A su lado crecí, su ribera y su cauce fueron intensidad, calma y testigos mudos de mi otro rio: » El río revuelto de mi vida». A su lado lloré mis soledades, reveces y tristezas; pero también compartimos juntos logros triunfos y alegrías. En sus aguas tranquilas y serenas eché a andar mis barcos de papel cargados de ilusiones y esperanzas. Ellos llevaban mis secretos, anhelos y sueños que lograron llegar lejos, pero cuando las aguas se tornaban turbulentas y agitadas, mis pequeños barcos de papel sucumbian ante la vorágine del temporal ahogado muchos de mis sueños , quedando sepultados en sus aguas revueltas.
Rio Minumbox, mi refugio amado, fué precisamente en tu lecho, tus riberas , en el cinetismo de tus aguas tranquilas o agitadas donde la musa empezó a susurrar a mis oídos y el verbo bonito comenzar a fluir.