Por Ing. Carlos Lozada
En Venezuela, la crisis política, económica y social ha alcanzado niveles inimaginables. La inflación galopa sin control, la pobreza se ha profundizado, y el acceso a servicios básicos como la salud y la educación es cada vez más precario. En este escenario, la izquierda democrática enfrenta el reto de no solo analizar la situación, sino de proponer caminos viables hacia la recuperación y la justicia social.
No Hay Soluciones Mágicas
Es imperativo entender que no existen soluciones rápidas o mágicas para los problemas que afrontamos. La idea de que un mesías político o una fórmula económica milagrosa pueda revertir en poco tiempo décadas de deterioro es, simplemente, una ilusión. La verdad es más dura y a la vez más esperanzadora: la solución está en nuestras manos. La organización, el encuentro y la unidad son los pilares sobre los cuales podemos construir un futuro mejor.
La Necesidad de un Liderazgo Terrenal
El liderazgo alternativo debe asumir una actitud de realismo y franqueza. Es necesario que los líderes hablen claro al país, que no vendan sueños imposibles ni creen falsas expectativas. El venezolano necesita pisar tierra, entender la magnitud del desastre y las dificultades que implica la reconstrucción. La política de la verdad, aunque dolorosa, es la única que puede generar confianza y movilización social.
Unidad por Encima de Diferencias
La polarización, aunque ha sido un sello distintivo de la política venezolana en las últimas décadas, no debe ser vista como un estado inamovible. La gran mayoría del pueblo venezolano, sin importar sus diferencias ideológicas o partidistas, anhela un cambio. No es la polarización lo que define a Venezuela hoy, sino el clamor unánime por justicia, bienestar y democracia. Es fundamental que este deseo común de cambio se canalice en acciones concretas de unidad y cooperación.
Un Cambio Colectivo
La democracia no se restablece con discursos, sino con acciones. La organización desde las bases, el trabajo comunitario y la participación ciudadana son esenciales. Las organizaciones sociales, los sindicatos, las comunidades y los ciudadanos deben unirse, no solo en la protesta, sino en la construcción de alternativas. La democracia se fortalece cuando todos participan, cuando se escuchan todas las voces y cuando se trabaja juntos por objetivos comunes.
Conclusión
La salida de la crisis en Venezuela no vendrá de un salvador o de un plan económico de emergencia, sino de la acción conjunta del pueblo organizado. Necesitamos un liderazgo que nos hable con la verdad, que nos invite a la reflexión y a la acción, que nos haga ver la realidad sin adornos. Juntos, podemos lograrlo. No hay otra vía que la de la unidad, la organización y la lucha democrática para devolver a Venezuela su dignidad y su futuro.